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Reevo

El llamado de la naturaleza

Frente a chicos con agendas cargadas, tecnología full time y entornos rodeados de cemento, hoy se habla del “trastorno por déficit de naturaleza”. Los síntomas son una disminución del uso de los sentidos, problemas de atención y enfermedades físicas y emocionales. Opiniones de expertos y consejos para lograr un contacto frecuente con espacios al aire libre.

La escuela arrancó y el verano quedó allá lejos. Con la vuelta de la rutina, los chicos ya no tienen tiempo para ratos largos de juego al aire libre, salidas a la plaza o escapadas a algún lugar con verde. Y pasan las horas entre paredes de cemento. Pero lo cierto es que necesitan el contacto con la naturaleza, el movimiento y la libertad de exploración, aunque haga frío, la agenda esté apretada y no sean vacaciones. Al aire libre, están más en sintonía con ellos mismos y menos estresados.

La idea es que los chicos estén en la naturaleza porque eso les genera beneficios en sus procesos mentales, psíquicos y físicos. Les estimula, incluso, desarrollos neuronales diferentes de los que se dan en entornos cerrados o urbanos, o puramente artificiales. Hay razones exclusivamente biológicas y profundas para que los humanos a temprana edad estén en contacto con entornos agrestes porque tiene que ver con su propia naturaleza”, advierte Franco Iacomella (Franco Iacomella), fundador y coordinador de REEVO (www.reevo.org), la red de educación alternativa más grande de América Latina.

Los niños del siglo XXI crecen desconectados del mundo natural. Se convirtieron en espectadores. Aprietan botones y observan cómo ese objeto se mueve, habla o hace ruido, pero no interactúan. Cada vez más son invadidos por una gran cantidad de estímulos ante los que únicamente pueden permanecer quietos y observar.

A diferencia de dos o tres décadas antes, es notorio el nivel de mediación que hay entre los niños y jóvenes con la naturaleza. Hoy no hay contacto directo sin mediación de algún tipo de tecnología o individuos. Me parece importante ver eso agrega Iacomella, quien además es un investigador que promueve abordajes alternativos en la educación. También están los modos de intervención que tiene la mirada adulta. Cómo se los controla, cómo se los sobredirecciona, se les dice cómo tienen que interactuar. Los miedos de los adultos influyen en cómo se relacionan con el entorno natural.”

El temor a los extraños, a las garrapatas y al virus de moda vuelve reacios a muchos papás a dejar que sus hijos jueguen libremente en entornos naturales. El desarrollo urbano se “comió” zonas verdes, y el tema de la responsabilidad mantiene a los chicos lejos de los pocos espacios al aire libre que quedan.

La forma que diseñan los parques de juego en la Argentina es para lograr el control total de los adultos sobre los chicos. Para evitar el riesgo, la libertad de movimiento e incluso los procesos creativos. Es absolutamente diferente cómo se despliega el juego de los niños en un bosque o en un pequeño monte que en una plaza con juegos de metal y plástico. En ese contraste se puede ver la aberración hacia lo descontrolado. Uno encuentra jardines de infantes donde no hay árboles, los niños son enrejados y cercados para controlarlos con un perímetro. Hay una fuerte biofobia, miedo a la naturaleza, y eso hace que estén vinculados con tecnología que mediatiza. Prefieren eso por encima del riesgo que supone lo salvaje”, observa Iacomella.

Vitamina N

Esta “generación PlayStation” se la pasa del auto a las actividades extraescolares, de YouTube a los mensajes de texto… Hoy las infancias son poco aventureras y muy ocupadas. Esta desconexión la analizó a fondo el periodista y escritor del medio ambiente Richard Louv y detectó numerosas consecuencias: la disminución del uso de los sentidos, los problemas de atención y los altos porcentajes de enfermedades físicas y emocionales entre los chicos son, a su entender, síntomas del trastorno por déficit de naturaleza.

No se trata de una nueva enfermedad que se pueda tratar con medicamentos, sino de un trastorno social explica Louv. Estamos hablando esencialmente de las mismas dolencias que aquejan a los animales cuando se los saca de su hábitat natural y se los encierra en un zoológico o en un laboratorio. Solo existe una cura posible: la vitamina N, de naturaleza.”

En el libro Last Child in the Woods (El último niño en los bosques), Louv reúne infinidad de pruebas que demuestran la necesidad de poner en contacto a los niños con la naturaleza. En el caso de los que están en pleno desarrollo, necesitan el movimiento para madurar, al tener esa curiosidad y ganas de exploración innatas todavía lo necesitan más.

Para estimular en los niños la ‘biofilia’, el amor a los seres vivos, es imprescindible que tengan experiencias a edades bien tempranas sostiene Louv. Hoy en día, como consecuencia del déficit de naturaleza, muchos niños experimentan lo contrario: ‘biofobia’, el miedo a los entornos naturales... La siguiente generación tiene un reto que va más allá de la sostenibilidad; los chicos van a tener que ser capaces de ‘crear naturaleza’ en el futuro y de reinventar, por ejemplo, el modo en que vive la mitad del planeta en las ciudades. Y eso solo será posible si aprenden a conocer y a amar la naturaleza.”

Para resumir, los niños que pasan horas al aire libre son más calmados, más creativos y dominan mejor el pensamiento crítico. Pasar tiempo en la naturaleza llena sus déficits físicos, emocionales y espirituales. “Además, desarrolla sus instintos agrega Germán Doin (German), director de la imprescindible película La educación prohibida. En entornos naturales, todos los sentidos tienen que estar activos. En cambio, los lugares artificiales se concentran en algunos estímulos; usualmente en el visual. Las texturas no son diversas. Se trata de fomentar un silencio artificial. Evitar cualquier tipo de olores.”

Mejora la concentración y los problemas de memoria. Favorece la creatividad y se incrementa su capacidad de resolver problemas. Aumenta el rendimiento y facilita el aprendizaje. Reduce el estrés y la ansiedad. La lista de beneficios es extensa, y Doin suma todavía más: “Los niños van midiendo su cuerpo en la naturaleza. Van enfrentándose, poco a poco, a desafíos y estímulos. Ahí hay todo un concepto que le interesa mucho a la escuela de hoy del emprendedorismo, que es la construcción de la autonomía, la fortaleza interior, poder enfrentarse con sus propios desafíos; cuestiones que los niños sentados en pupitre y mirando al frente y haciendo lo que otro dice, en general, no experimentan”.

Tampoco se trata de idealizar la naturaleza como único lugar en el que los chicos puedan jugar y desarrollarse, pero sí saber por qué es importante que pasen tiempo al aire libre. Pues al aire libre, se sienten felices.

La presente nota fue publicada en la Revista Cocoa #19. 

Ana Pere Vignau

Ana Pere Vignau

Descripción

Periodista en Revista Cocoa.